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LA ESPACIALIZACIÓN DE LA PROTESTA

Por Javier Vera Cubas, arquitecto

Versión resumida por Aldo Facho Dede. Versión completa en el blog Espacio Residual aquí.

Foto: Musuk Nolte

“Si quieres cambiar una sociedad, tienes que cambiar su espacio”. Explicaba Lefebvre (2003) que cada sociedad produce su espacio y es producida por este, señalando el camino de arquitectos y urbanistas que comprendieron que su labor no estaba necesariamente del lado del poder, para controlar y ordenar a la población mediante la manipulación racional y funcional del espacio (espacio concebido o representación del espacio), sino justo en la vereda de enfrente, transformándolo y construyéndolo con la gente, desde el espacio vivido (espacio de representación) y el espacio percibido (prácticas del espacio). Rondando esas esquinas se podría participar de la producción de un espacio provocador que dé libertad a los ciudadanos para alcanzar un desarrollo definido según sus propios términos.

En el escenario de protestas actual, el urbanismo crítico puede aportar algunas reflexiones sobre el espacio, asunto importante dentro del quehacer no solo de arquitectos y urbanistas, sino también de artistas, filósofos, escritores, cineastas, antropólogos, músicos, bailarines… y en realidad de cualquier persona, ya que “la esencia del ser del hombre en el mundo es el habitar”, o, dicho de otra manera, “la existencia es espacial” (Heidegger, 1951).

El espacio nunca es neutro, es un producto social y por tanto está cargado de ideología (Delgado, 2011). “Un espacio debe considerarse un producto que se consume, que se utiliza, pero que no es como los demás objetos producidos, ya que él mismo interviene en su producción”. (Lefebvre, 2003). Cada objeto es distinto según donde se coloque. Cada palabra cambia según dónde sea dicha. Cada evento se define según dónde ocurra. El lugar de soporte de una protesta equivale al lugar de enunciación de un discurso.

“Un espacio debe considerarse un producto que se consume, que se utiliza, pero que no es como los demás objetos producidos, ya que él mismo interviene en su producción”. (Lefebvre, 2003). Cada objeto es distinto según donde se coloque. Cada palabra cambia según dónde sea dicha. Cada evento se define según dónde ocurra. El lugar de soporte de una protesta equivale al lugar de enunciación de un discurso.

Los acontecimientos de la Plaza de Tianamen (China, 1989) no hubieran sido los mismos en otra plaza, y la plaza de Tianamen quedó marcada y transformada por esos acontecimientos. La Puerta del Sol en Madrid es otra (y más sí misma) tras el 15-M (España, 2011), y el 15-M se hubiera desarrollado de otro modo de haber acontecido en otro espacio. La Revolución francesa y la Bastilla son igualmente interdependientes. La Marcha de los 4 Suyos y la Plaza San Martín (Lima, Perú), del mismo modo. Cada evento histórico encuentra su lugar, y cada lugar encuentra sus eventos. Más que encontrarse, se autoproducen. Chile encontró su “Plaza de la Dignidad” en la Plaza Italia de Santiago: mucha gente reunida, muchas voces superpuestas, monumentos intervenidos… el espacio se resignifica y hasta cambia de nombre. Los imaginarios colectivos (re)construyen la ciudad.

“Cada evento histórico encuentra su lugar, y cada lugar encuentra sus eventos. Más que encontrarse, se autoproducen. Chile encontró su “Plaza de la Dignidad” en la Plaza Italia de Santiago: mucha gente reunida, muchas voces superpuestas, monumentos intervenidos… el espacio se resignifica y hasta cambia de nombre. Los imaginarios colectivos (re)construyen la ciudad.”

En Lima, han sido tradicionalmente ciertos espacios públicos los asociados a las protestas. Pero en los últimos años se fue consolidando una ruta que se repetía, hasta hacerse muy conocida y predecible, y por tanto más fácil de controlar. Al poder le resultan cómodas las marchas convertidas en comparsas guiadas por la policía; y si el poder no es remecido, la protesta difícilmente tenga el impacto esperado. Era inminente la búsqueda de otras formas de protestar.

Por otro lado, los medios nos han querido hacer creer que la única forma de incomodar que tenemos los ciudadanos es mediante la violencia, y sobre esa idea inventan toda clase de falacias para criminalizar e invalidar la protesta. Argumentan, por ejemplo, que el cuidado de las estatuas es más importante que el derecho a manifestarnos. Y no se trata solo de un grupo de periodistas y políticos, también hay muchos arquitectos que defienden el patrimonio como algo inerte, y nos indican cómo se debe protestar, sin tocar nada, mostrando no solo poca empatía con la justificada indignación de la gente, sino también una falta de conocimiento (o quizás un temor) de cómo funcionan las cosas en el espacio.

Hay muchas formas de incomodar al poder sin caer en la provocación de la violencia. Basta con hacer las mismas cosas, pero en espacios distintos; o más aún, hacer cosas distintas en espacios distintos. Es lo que ha sucedido en estas jornadas de protesta, masivas y responsables en medio de la pandemia, y pacíficas a pesar de la desmesurada reacción policial en algunas zonas. La protesta se ha espacializado, y con ello, una serie de conceptos usados en el ámbito de los proyectos urbanos hoy pueden aplicarse a una lectura de lo que viene ocurriendo, ya no solo en los espacios de protesta tradicionales, sino en los barrios, parques, plazas, puertas, ventanas y pantallas de todas las ciudades del Perú.

“La protesta se ha espacializado, y con ello, una serie de conceptos usados en el ámbito de los proyectos urbanos hoy pueden aplicarse a una lectura de lo que viene ocurriendo, ya no solo en los espacios de protesta tradicionales, sino en los barrios, parques, plazas, puertas, ventanas y pantallas de todas las ciudades del Perú.”

En las protestas ante el “golpe legislativo” de las últimas semanas, estas ideas y estrategias, antes incipientes, han reaparecido más conscientes y consolidadas, aportando más allá de los objetivos directos de las manifestaciones en defensa de la democracia. Desde una mirada urbanística, su potencia radica en que, indirectamente, reivindican el derecho a la ciudad a través de una nueva espacialización, que pone en discusión temas que mucho pueden aportar a hacer más democráticos sus procesos de transformación. La espacialización de la protesta y su consecuente impacto sobre los imaginarios colectivos, puede conducirnos hacia el momento constituyente que termine por cerrar el capítulo oscuro (otro) que simboliza la constitución fujimorista del 93, con todos los aspectos negativos que incluía en contra del desarrollo de nuestras ciudades.

Ensayando una síntesis, podríamos señalar cuatro características principales de esta nueva espacialización de la protesta:

a) Descentralización de las rutas y nodos de la protesta.

b) Multiescalamiento de las acciones de la protesta.

c) Diversificación de los lugares y formas de la protesta.

d) Virtualización de los medios y herramientas de la protesta.

Para empezar, esta vez no fue necesario ir hasta el centro de Lima para hacerse escuchar. Hubo concentraciones en Lima Norte, Sur, Este y Oeste, además de las tradicionales de Lima Centro. Todas igual de valiosas, con lo cual podemos afirmar que la ciudad se politizó de manera integral. Cada grito por defender la democracia, fue también un grito contra la desigualdad urbana expresada en el territorio. Esto pone en evidencia el policentrismo de Lima, una ciudad donde las denominadas “periferias” no dependen de un centro único, ya que tienen sus propias dinámicas. Incluso nos invita a cuestionar la lógica centro-periferia, importada de un marco teórico urbanístico no necesariamente aplicable a nuestras ciudades, que tienen una estructura más bien rizomática.

“(…) esta vez no fue necesario ir hasta el centro de Lima para hacerse escuchar. Hubo concentraciones en Lima Norte, Sur, Este y Oeste, además de las tradicionales de Lima Centro. Todas igual de valiosas, con lo cual podemos afirmar que la ciudad se politizó de manera integral. Cada grito por defender la democracia fue también un grito contra la desigualdad urbana expresada en el territorio.”

La descentralización se dio también a escala nacional. Hubo protestas masivas en todas las ciudades y regiones del Perú, y hasta en el extranjero; cada una con sus propios ingredientes políticos y socio culturales. El conjunto de protestas fue una gran orquesta de la diversidad.

Lógicamente la masividad de la concentración en el centro de Lima (se hablaba de la marcha más grande de la historia, o al menos de los últimos 30 años), le sigue dando un mayor protagonismo. Pero también la desmedida represión (con dos víctimas mortales y decenas de heridos) contribuyó a ponerla en el centro de la noticia. La policía no tuvo la misma actitud moderada que en las otras ciudades y puntos de concentración. El centro concentró la violencia, con graves consecuencias. Los homenajes a los caídos, en cambio, descentralizaron las expresiones de indignación y dolor. Los altares, murales y esculturas de creación colectiva se siguen reproduciendo por toda la ciudad, convirtiendo diversos espacios en lugares con memoria. El posterior borrado y/o desinstalación por parte de las autoridades, y la rápida respuesta ciudadana para rehacerlos, es otra evidencia de la espacialización de la protesta. La intención de control desde el poder, aquí, logra el efecto contrario, porque el repintado o reconstrucción de estos memoriales añade nuevas capas que refuerzan el imaginario colectivo, y cada nueva intento por eliminarlos es otra señal de la importancia que desde el poder se la le da a estos gestos simbólicos de la gente. Una muestra de temor del Poder (con mayúsculas) al poder (con minúsculas). “La ciudad es un espacio donde los sin poder pueden hacer historia” (Sassen, 2018).

“Los altares, murales y esculturas de creación colectiva se siguen reproduciendo por toda la ciudad, convirtiendo diversos espacios en lugares con memoria. El posterior borrado y/o desinstalación por parte de las autoridades, y la rápida respuesta ciudadana para rehacerlos, es otra evidencia de la espacialización de la protesta.”

Al descentralizarse la protesta, también cambió de escala y se hizo múltiple: desde las grandes plazas de las ciudades, pasando por las calles de los barrios, hasta las puertas y ventanas de las casas, la ciudadanía se expresó de diferentes formas. En casi todos los distritos hubo gente en la calle, y quienes por diferentes razones no podían salir, se manifestaron desde sus casas, ya sea con carteles o con cacerolazos, que tuvieron gran impacto. La escala barrial, que apareció con fuerza, permite una mejor y más cercana organización, pues se reúnen personas que de alguna manera se conocen. Hace de la política algo cotidiano.

Por primera vez la presencia de medios digitales como herramientas y soportes de la protesta fue muy notoria. Específicamente el uso de proyectores ha sido intenso y está teniendo un buen impacto. Con ellos vamos descubriendo que no solo las plazas son soportes de protesta en tanto pueden albergar nuestros cuerpos y nuestras voces. También los edificios, que pueden simbolizar poderes económicos o diversos problemas del habitar, son soportes de expresión, ya que pueden albergar textos e imágenes, ya no solo pintadas, sino también proyectadas.

“A día de hoy, pasado el momento más intenso de la protesta, se siguen haciendo proyecciones, murales, exposiciones al aire libre y encuentros culturales en diferentes calles, otorgándoles sentidos nuevos. Destaca el evento realizado en Jr. Quilca, gracias al cual está mítica calle ha retomado el sentido contracultural que la hizo querida, reconocida y controvertida.

Este momento social va quedando así grabado en el espacio. La ciudad es, pues, “la sociedad inscrita en el suelo” (Lefebvre, 1969).”

Continua… continuamos.

Imagen 1. Fuente: @DAPH2020

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