Por Horacio Núñez Timoteo, arquitecto urbanista.
La teoría GAIA, formulada por James Lovelock y Lynn Margullis hacia 1979, es el paradigma científico que ha liderado la interpretación de la naturaleza en las últimas décadas. Establece la interrelación e interdependencia de los componentes de la naturaleza, y en particular el carácter unitario de sistema autorregulado para la tierra como un organismo vivo. Dicha teoría cuestiona el enfoque sectorial de la ciencia y los modelos económicos, que no consideran los impactos de los procesos de producción y consumo en la sostenibilidad planetaria.
La actual crisis sanitaria y climática, así como la desigualdad social, constituyen las mayores evidencias de la insostenibilidad de los modelos de desarrollo y la construcción social del riesgo en sus diversas dimensiones. La diferenciación de los niveles de exposición y vulnerabilidad poblacional, en correspondencia con los niveles e ingreso y distribución físico espacial, configuran una estructura social y cultural de alta diversidad que no puede debiera atendida de forma aislada.
Frente a ello, los procesos de urbanización (concentración y desplazamiento poblacional), y globalización (internacionalización y unificación de los mercados), constituyen dos de las tres dimensiones del desarrollo sostenible: equidad social, desarrollo económico y sustentabilidad ambiental; ambos procesos, urbanización y globalización como características esenciales de la sociedad contemporánea, vienen afectando los ecosistemas naturales de manera creciente e irreversible.
“La actual crisis sanitaria y climática, así como la desigualdad social, constituyen las mayores evidencias de la insostenibilidad de los modelos de desarrollo y la construcción social del riesgo en sus diversas dimensiones. (…) ambos procesos, urbanización y globalización como características esenciales de la sociedad contemporánea, vienen afectando los ecosistemas naturales de manera creciente e irreversible.”
Los sistemas de producción en proceso de cambio y transformación, predominantemente basados en energías fósiles e insumos de altos impactos (pesticidas y agroquímicos o transgénicos), están migrando hacia sistemas de mayor sustentabilidad; ejemplos como la agricultura de precisión o los envases y productos de plástico, ceden ante corrientes de mayor responsabilidad social y empresarial; aunque políticamente se siga trasladando la mayor responsabilidad al consumidor y no a las transnacionales.
Nuestras ciudades se presentan como uno de los factores determinantes en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y la variabilidad climática, sin embargo y de manera simultánea constituyen una de las mejores oportunidades para reducir los impactos en la destrucción del planeta. Ejemplos como la reducción de humedales y ecosistemas naturales en la matriz biofísica del territorio, sobre las cuales se asientan nuestras concentraciones poblacionales contrastan con las estrategias de conservación de la biodiversidad (soluciones basadas en la naturaleza o adaptación basada en ecosistemas). De la misma manera, la adopción de tecnologías apropiadas y energías renovables, innovaciones tecnológicas y nuevos patrones de producción (economía circular) y consumo (saludable), ponen en evidencia una multiplicidad de iniciativas en diversas escalas, para revertir los procesos y escenarios críticos de inviabilidad planetaria y agudización de la pobreza multidimensional y desigualdad estructural.
“Nuestras ciudades se presentan como uno de los factores determinantes en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y la variabilidad climática (…) la adopción de tecnologías apropiadas y energías renovables (…) y nuevos patrones de producción (economía circular) y consumo (saludable), ponen en evidencia una multiplicidad de iniciativas para revertir los procesos de agudización de la pobreza multidimensional y desigualdad estructural.”
El metabolismo urbano y la economía circular, como alternativas de solución a la complejidad de la problemática global contemporánea, configuran una apuesta convergente con la AGENDA 2030 y los ODS, así como de los postulados del ACUERDO DE PARIS y el MARCO de SENDAI. Estos conceptos aplicados a nuestras realidades, y para el caso de LIMA (megalópolis-ciudad región metropolitana), de alta vulnerabilidad y riesgo, deben partir de la re-estructuración de sus sistemas de gobernanza (integración de los sistemas de planificación) y gestión urbana (programación presupuestal) y regional, desde una perspectiva sistémica; integrando roles, funciones y competencias con voluntad y responsabilidad política (transparente y participativa), en donde se priorice a las personas y se redistribuyan los recursos e inversiones públicas de manera equitativa (según su población y grado de consolidación urbana).
“El metabolismo urbano y la economía circular, como alternativas de solución a la complejidad de la problemática global contemporánea, configuran una apuesta convergente con la AGENDA 2030 y los ODS (…) Estos conceptos aplicados a nuestras realidades, y para el caso de LIMA (…) deben partir de la re-estructuración de sus sistemas de gobernanza (…) gestión urbana y regional, desde una perspectiva sistémica; integrando roles, funciones y competencias con voluntad y responsabilidad política.”
Para el sistema metropolitano se puede aplicar un enfoque simplificado de entradas y salidas (energía, productos alimenticios, agua vs sistemas de transporte y movilidad, disposición final de residuos sólidos y aguas residuales), en la perspectiva de hacerlo más eficiente y con una perspectiva de circularidad. La huella ecológica de los 10 millones de habitantes presenta la misma desigualdad, en términos de generación, que los países del norte y sur global frente a zonas de extrema pobreza y alto riesgo; cuya interrelación e interdependencia en el contexto actual resultan evidentes. Los principios de ética y solidaridad deben ser parte imperativa de nuestro modelo, un modelo regenerativo e inclusivo para la sostenibilidad, una sociedad del compartir.
El proceso de vacunación en nuestro país será un nuevo indicador de nuestra conciencia social, cuando sean los más expuestos y vulnerables los que ocupen lugares prioritarios en su acceso a la inmunización y protección. Hasta ahora las políticas de atención y respuesta resultan preocupantes, el modelo económico fragmenta y excluye, y mientras el virus se mantenga en nuestra población local y global todos estaremos en riesgo. En este contexto, lo colectivo y lo comunitario se vuelven esenciales, el metabolismo urbano y global se convierte en una amenaza y oportunidad a la vez, por lo que urge un cambio transformacional y disruptivo en nuestra sociedad que haga factible el derecho a la vivienda y a la ciudad.
“Para el sistema metropolitano se puede aplicar un enfoque simplificado de entradas y salidas (energía, productos alimenticios, agua vs sistemas de transporte y movilidad, disposición final de residuos sólidos y aguas residuales), en la perspectiva de hacerlo más eficiente y con una perspectiva de circularidad (…) un modelo regenerativo e inclusivo para la sostenibilidad, una sociedad del compartir.”
Muchas gracias Colega Horacio, por su interesante aporte al debate sobre las ciudades y su futuro. No cabe duda, que se deben abordar con mayor rigor los temas de «Metabolismo urbano» y «Economía circular», para generar una mejor dinámica funcional de la ciudad respecto al concepto de territorio sostenible.
¡Gracias Marco Antonio por tu comentario!