“La paralización del Corredor Morado evidencia la crisis del sistema.”
Por Aldo Facho Dede, arquitecto urbanista
07/03/2024
A 12 años del inicio de la reforma del transporte público de Lima Metropolitana, mediante la creación del Sistema Integrado de Transporte (SIT), podemos decir que ha fracasado. No se ha podido cambiar el sistema comisionista-afiliador de los 90, que opera con rutas autorizadas y unidades afiliadas que compiten por los pasajeros, por un sistema estructurado en base a una red de corredores cuyas rutas, tarifas y recaudo estén integrados. En el primer modelo, el mayor costo de la operación carga sobre el chofer y cobrador, que deben subir a la mayor cantidad de pasajeros para cubrir los costos y llevar algo de dinero a sus casas. En el segundo, los consorcios que concesionan los corredores disponen de una flota de buses modernos con choferes contratados que cumplen horarios y recorridos.
A diferencia del Metro de Lima, los corredores no cuentan con subsidios a la operación, por lo que su sostenibilidad está directamente ligada al cobro del servicio. Es por ello que el Estado debe garantizarles la exclusividad en las rutas que operan. A esto se suma que, para poder financiar la adquisición de los buses acordados en el contrato, los concesionarios se endeudaron a cuenta de la recaudación futura. Dado el incumplimiento de los compromisos asumidos por el Estado, del 2018 a la fecha dos corredores dejaron de operar, y los tres que continúan corren el mismo riesgo, como se ha evidenciado con la suspensión temporal del Corredor Morado. Mientras tanto, el sistema comisionista-afiliador se ha fortalecido, y se han sumado modalidades de transporte informal e ilegal como son las combis pirata y los taxis colectivos.
En paralelo, hemos sido incapaces de implementar una segunda línea del Metropolitano, y la Línea 2 del Metro lleva 12 años en construcción. Para rematar, la estación “Aeropuerto” no llegará finalmente al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, pues la actual terminal dejará de funcionar cuando se inaugure la nueva.
Debemos ser un caso de estudio internacional por nuestra demostrada incapacidad de poder implementar un sistema de transporte público ordenado, seguro y menos contaminante que el desastre que hoy tenemos en nuestras calles.
Lima es la ciudad con peor calidad de aire del continente y con las calles más congestionadas, donde mueren más de 400 personas al año por accidentes de tránsito. Esto, lejos de avergonzar y movilizar a nuestros políticos, pareciera que les llenase de orgullo. De otra manera no se puede comprender su inacción.
En el 2018, y ante la frustración por las demoras en la implementación de la reforma del transporte, el Congreso decidió crear un ente supra municipal que aglutine las competencias en materia de gestión y planificación del transporte de personas. Así nació la Autoridad de Transporte Urbano de Lima y el Callao (ATU). Ese año sólo uno de los candidatos a la alcaldía de Lima se opuso a su creación, argumentando que debilitaría la gobernanza y entorpecería la gestión de la movilidad. A la luz de los resultados, podemos decir que tenía razón. La raíz de los problemas del transporte público está en la falta de visión, integralidad, autonomía, eficiencia y autoridad de la entidad que lo gestiona. Esto se potencia con la fragmentación de competencias y la alta rotación de políticos y funcionarios que inciden en su dirección. La ATU no sólo no ha podido implementar la reforma que heredó, sino que sigue sin tener un Plan de Movilidad Urbana que le permita orientar sus acciones.
En el Perú, si de algo podemos estar seguros es que siempre se puede estar peor. Esta es la situación del transporte de Lima y el Callao, donde la informalidad e ilegalidad reinan en sus calles, fortalecidas por la incompetencia y egoísmo de los políticos que hemos elegido para gobernarnos. Tenemos dos alcaldes provinciales, 50 distritales, 37 congresistas que nos representan, y todo un Ejecutivo y Legislativo que operan desde nuestra ciudad, ¿puede alguno asumir el liderazgo que necesitamos? Hace poco nos hicieron creer que podíamos ser una potencia mundial, lo que no nos aclararon es que íbamos a serlo de la informalidad y el desgobierno. Así estamos.