Por Floro Ortiz Contreras, biólogo.
AMA QUNQASUNCHU SACHA SACHA SAQÑUNCHIKTA
El Departamento de Ayacucho, en la sierra del Perú, cobija un ecosistema tan frágil como singular denominado “bosques de neblina”, que juega un papel importante en la regulación del clima e hidrología de la región, y es el hábitat de una gran diversidad biológica. Por esas razones han sido considerados parte de los Hotspot de Biodiversidad los Andes tropicales (Ver imagen 1), que son los de mayor riqueza biológica del planeta: más de 34 mil especies entre plantas y animales, de las cuales la mitad son endémicas, siendo reconocido como “la reserva biológica de la humanidad”.
Estos bosques también son el sustento directo de numerosas comunidades campesinas de la sierra y de la selva que forman parte del Valle del Rio Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). De manera indirecta participan en el ciclo del agua, ya que su ubicación altitudinal entre los 2000 y 3000 metros coincide con la formación de nubes, recibiendo el nombre de “franja de condensación”. El ecosistema es muy particular porque está dominado por especies adaptadas a la alta humedad, árboles que resisten suelos ácidos y pobres, con abundancia de musgos, orquídeas y plantas epífitas que actúan como esponjas de agua reteniendo y liberándola gradualmente de forma que mantiene los niveles de aguas en los ríos muchos meses después de la estación lluviosa.
“(…) son el sustento directo de numerosas comunidades campesinas de la sierra y de la selva que forman parte del Valle del Rio Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). (…) participan en el ciclo del agua, ya que su ubicación altitudinal entre los 2000 y 3000 metros coincide con la formación de nubes, recibiendo el nombre de franja de condensación.”
A pesar de los múltiples bienes y servicios que nos brindan, estos bosques vienen siendo fuertemente impactados por las actividades humanas. La principal causa del deterioro de estos bosques es la deforestación de bosques primarios, la tala, quema y roza para el cultivo ilegal de la hoja de coca, la cual se ha incremento durante el confinamiento por el COVID-19. Aunque no se cuenta con datos oficiales las visitas de campo muestras huellas de este grave problema (Imagen 2).
Estudios realizados desde el 2018 han registrado una riqueza biológica con un listado de 152 especies de orquídeas, 135 de aves, 7 anfibios, 2 reptiles, 30 mamíferos mayores, 11 mamíferos menores. De los registros se puede mencionar que hay especies nuevas, especialmente en orquídeas y anfibios, también especies protegidas por la legislación nacional y tratados internacionales. Destacan las especies endémicas como Oreobates ayacucho, Sturnira nana, Atlapetes melanopsis, Maxillaria haemathodes; especies emblemáticas como el Oso de Anteojos Tremarctos ornatus y el maquisapa Atelles chamek. La presencia de estos mamíferos grandes da indicios del buen estado de conservación de estos ecosistemas.
“(…) estos bosques vienen siendo fuertemente impactados por las actividades humanas. La principal causa del deterioro de estos bosques es la deforestación de bosques primarios, la tala, quema y roza para el cultivo ilegal de la hoja de coca, la cual se ha incremento durante el confinamiento por el COVID-19. “
Existen iniciativas locales que proponen plantearlos como áreas de conservación. El Gobierno Regional de Ayacucho, a través de la Ordenanza Regional N°022-2012-GRA/CR, declaró de interés regional la Conservación de los bosques de neblina de los distritos de Anco y Sivia. En el año 2019 se propuso la creación de la Reserva de la Biósfera Avireri VRAEM, donde además de los bosques de neblina de Ayacucho se incluían los bosques de las regiones de Junín y Cusco, y varias áreas protegidas aledañas. Sin embargo, a la fecha, no se han concretado ninguna de estas iniciativas. La buena noticia es que todavía estamos a tiempo de protegerlos.
La conservación, investigación y la gestión sostenible de nuestros recursos naturales debe ser una prioridad de los gobiernos nacionales, regionales y principalmente locales; y no sólo como agenda política, sino también como eje central de investigación. Es clave crear y generar mecanismos que agilicen y promuevan las áreas protegidas, esto con el fin de garantizar la conservación de estos ecosistemas, su funcionalidad y con ello proteger también la diversidad cultural de prácticas y los saberes ancestrales. Un área protegida es también un espacio vivo para el aprendizaje y la investigación científica, y puede ser el punto de partida para fomentar negocios sostenibles en torno a la conservación.
“Es clave crear y generar mecanismos que agilicen y promuevan las áreas protegidas, esto con el fin de garantizar la conservación de estos ecosistemas (…) Un área protegida es también un espacio vivo para el aprendizaje y la investigación científica (…)”
La pandemia del COVID-19, y el aún presente cambio climático, han dejado en evidencia la fragilidad de nuestra sociedad y de nuestras ciudades; por lo que la conservación de nuestros ecosistemas, y su correcto funcionamiento, son clave para asegurar nuestra supervivencia, en un mundo que nos exige cada día una mayor capacidad de resiliencia.