Por Fernando Neyra, Ingeniero Geógrafo experto en Riesgos
Aplicar la lógica de la Planificación Territorial a la salud pública aportaría notablemente a reducir la mortalidad y superar el entrampamiento económico que viene generando el forzado confinamiento de la población por el COVID-19.
Para ello deberían integrarse aspectos ambientales, administrativos, jurisdiccionales, culturales, sociales, equipamentales, de infraestructura y servicios; toda vez que los resultados podría ayudarnos a definir, con mucha mayor precisión, la vulnerabilidad integral de un territorio.
La sociedad, al ser el resultado de la integración voluntaria o forzada de formas de coexistir en un determinado espacio, reúne las particularidades que definen la cultura y las costumbres, pero también las enfermedades y endemias. Por ejemplo, las “Influenzas” que se focalizan en los hemisferios estacionalmente; la “Malaria” o el “Dengue” en zonas tropicales, o más aun, en zonas que por el cambio climático están comenzando a tener similares características ambientales. Ello condiciona nuestras formas de vida y costumbres, lo cual se refleja en la ocupación del territorio y en las ciudades.
Las políticas de salud pública tienen como finalidad proteger y prevenir de afectaciones a las personas que conforman una sociedad, mediante acciones preventivas y la adecuada dotación de infraestructura sanitaria, teniendo en cuenta las particularidades de un territorio políticamente delimitado y administrado. Para ello es indispensable tener la capacidad territorializar la trazabilidad de los factores desencadenantes de amenazas, buscando focalizar las acciones para no afectar al total de la población y sus dinámicas económicas.
El abordaje de las deficiencias de la salud pública debe considerar que el territorio y la salud son, al mismo tiempo, procesos y productos de relaciones sociales y dinámicas económicas, con formas específicas de relación con la naturaleza, por ende, de maneras enfermar.
El proceso de territorialización del COVID19 supone la identificación, localización y vinculación de la población en relación con el uso de ciertos espacios, para a partir de ello comprender las dinámicas sociales y determinar las vulnerabilidades de salud originadas al ocupar, transitar, disputar, transformar, construir y conformar un espacio social. Recién a partir de ello se pueden determinar las acciones necesarias para mitigar su impacto y contener su propagación.
Incorporar el análisis territorial de la salud publica permitirá entender que las desigualdades territoriales en salud son el resultado de condiciones materiales de existencia, por la configuración individual y colectiva del habitar, por lo que debe integrar dimensiones que permitan comprenderlo como un proceso inter escalar y jurisdiccional: regional, provincial, distrital y comunal. Con ello se podrá dirigir las políticas de mitigación según su incidencia y mejorar el control mediante una adecuada trazabilidad, excluyendo y liberando territorios sin afectación, o que dejaron de ser afectados gradualmente.
Referencias
Territorio, lugares y salud: redimensionar lo espacial en salud pública, Astrid Molina Jaramillo https://www.scielosp.org/article/csp/2018.v34n1/e00075117/
Sería más efectivo para controlar el coronavirus «territorializar» el confinamiento. https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20200316/coronavirus-trilla-pide-territorializar-confinamiento-7891289
Mapear y focalizar el avance del coronavirus, dos ‘armas’ contra la pandemia https://politica.expansion.mx/mexico/2020/04/03/mapear-y-focalizar-el-avance-del-coronavirus-dos-armas-contra-la-pandemia
Fuente de la imagen: https://www.sltrib.com/news/nation-world/2020/02/24/south-korea-put-high/