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¿ESTÁ LIMA LISTA PARA RECIBIR LA FINAL DE LA COPA LIBERTADORES 2025?

Por Manuel Madrid Tataje, abogado urbanista

Mayo, 2025.

Foto extraída de Vía Satelital.

La reciente confirmación de la ciudad de Lima como sede de la final de la Copa Libertadores 2025 ha generado entusiasmo entre los fanáticos del fútbol, y un impulso muy optimista en autoridades locales y actores turísticos. Así pues, la ciudad se prepara para recibir entre 50.000 y 60.000 visitantes, entre hinchas sudamericanos, periodistas, delegaciones oficiales y turistas. Sin embargo, más allá del fervor o apasionamiento deportivo, se nos presenta una pregunta ineludible: ¿está Lima realmente preparada para acoger un evento internacional de esta magnitud?

Un sistema de transporte al borde del colapso.

La movilidad urbana en Lima es, desde hace ya varios años, uno de sus talones de Aquiles. Con un sistema de transporte público desarticulado, una flota informal que domina gran parte de las rutas, semáforos mal sincronizados y un parque automotor en constante expansión, la ciudad sufre una congestión que no respeta horarios ni días.

Avenidas principales como Javier Prado, Venezuela, Canadá o Paseo de la República enfrentan embotellamientos crónicos. Las veredas de estas mismas vías, donde uno esperaría infraestructura caminable de calidad y que premie la circulación del peaton, son interrumpidas por postes, rampas mal diseñadas, huecos o ausencia total de cruces seguros. Bajo este escenario: ¿Cómo se moverán entonces 60.000 personas por la ciudad si, en condiciones normales, ya nos resulta difícil a quienes vivimos aquí?

El Metropolitano y la Línea 1 del Metro —los únicos sistemas masivos— tienen capacidad limitada y cobertura incompleta. Los taxis informales proliferan sin regulación ni garantías mínimas, y los taxis por aplicación intentan llenar ese vacío, pero sin paraderos definidos ni controles efectivos, exponen a los pasajeros al caos vehicular, inseguridad o al abuso de tarifas.

Distritos preparados… y el resto invisibilizado.

Es cierto que distritos como Miraflores, San Isidro, Barranco o San Borja cuentan con condiciones más favorables: hoteles, restaurantes, veredas amplias y cierto orden urbano, pero esta burbuja es limitada. Muchos visitantes, por razones económicas o de simple disponibilidad, buscarán alojamiento en otros distritos con mucho menor infraestructura y presencia del Estado. El turista que llegue entusiasmado por el fútbol probablemente descubra, sin esperarlo, las diferencias abismales entre las dos “Limas”: la que se muestra en postales y la que se vive en el día a día.

La seguridad. Un riesgo no menor.

A ello se suma una preocupación creciente: la inseguridad ciudadana. En lo que va del año, Lima ha registrado cifras alarmantes de robos al paso, asaltos en taxis, extorsiones y sicariato. No hablamos de hechos aislados: hablamos de una ciudad que, al momento de redactar este artículo, aún no logra controlar ni siquiera sus zonas comerciales más transitadas. Ello, a pesar de que la ciudad se encuentra bajo Estado de Emergencia y que se ha prohibido la presencia de dos persona en motocicletas.

¿Cómo pretendemos brindar seguridad y transporte amigable a 50.000 o 60.000 personas? Si en la actualidad estos mismos servicios no dan abasto para quienes ya habitamos en la ciudad.

Esa es la paradoja central. Nuestros sistemas de transporte y seguridad colapsaron frente a la demanda habitual. Entonces, ¿cómo garantizar una experiencia segura, ordenada y hospitalaria para decenas de miles de turistas adicionales? No hay, hasta el momento, un anuncio oficial ni un plan visible que permita responder con seriedad a esa pregunta.

Los visitantes que lleguen a Lima con la ilusión del fútbol encontrarán veredas rotas, falta de señalización, nula orientación para el transporte público, y zonas donde simplemente no hay presencia policial o municipal que los resguarde. Muchos, inevitablemente, serán víctimas de robos o estafas, y su experiencia no será la de una ciudad que celebra, sino de una ciudad que improvisa.

¿Contamos tiempo para mejorar algo?

Sí, pero cada semana que pasa sin acción concreta debilita esa posibilidad. Las autoridades aún pueden coordinar una estrategia multisectorial que abarque: limpieza y señalización de zonas turísticas, operativos de fiscalización de taxis y transporte informal, refuerzo de presencia policial en corredores turísticos y, al menos, una mejora temporal de la infraestructura caminable en avenidas principales.

Nada de eso solucionará los problemas estructurales de Lima, es cierto; pero al menos mostrará un mínimo de respeto al visitante y una mínima capacidad de reacción del Estado.

Conclusión: esto ya comenzó, aunque no lo hayamos notado.

La final de la Copa Libertadores se jugará en noviembre, pero su verdadero resultado empezó a definirse hace solo unos días con la elección de Lima como sede. El éxito del evento se debería medir en relación a la cantidad de turistas que regresen a sus países con una alegría más allá de los resultados, fortaleciendo el valor turístico de nuestra ciudad. Esperemos estar a la altura.

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