Por Aldo Facho Dede, arquitecto urbanista
Una de las enseñanzas más hermosas que guardo de mi madre y abuela es haber aprendido a hacer la compra en el mercado, ese maravilloso ritual que repetíamos cada semana, y que empezaba con el armado de la lista y la preparación del canasto. Ya en el mercado pasábamos por los puestos saludando a las “caseras” y “caseros”, y parábamos según la prioridad y presupuesto de la semana. Preguntábamos por los precios y por los productos de estación, y seleccionábamos las unidades que cumpliesen con el estricto escrutinio del tacto y olfato de mis mentoras. Allí fue mi primer encuentro con la muerte, al ver como sacrificaban pollos y gallinas para luego exhibirlos colgados de las patas, y en general con el maravilloso ciclo de la vida y de la naturaleza.
Allí también aprendí el arte del regateo que a mis hijos todavía sorprende, a esperar la “yapa” como atención por la compra, y a controlar la balanza y la cuenta sin ser demasiado evidente.
Como imaginarán, en mi casa yo soy el que hace el “mercado”. Me encanta repetir ese ritual de mi niñez, y elijo siempre a la verdulería y a la carnicería de barrio sobre las grandes cadenas de supermercados. No es cuestión de precio, sino de calidad, de frescura y, sobre todo, de confianza.
«Elijo siempre a la verdulería y a la carnicería de barrio sobre las grandes cadenas de supermercados. No es cuestión de precio, sino de calidad, de frescura y, sobre todo, de confianza.»
En la ciudad de La Plata (Argentina), donde vivo, tenemos la suerte de tener no sólo diversas verdulerías y carnicerías cerca de casa, sino de que existan ferias transitorias que van rotando entre diversos espacios públicos. Arrancan temprano por la mañana y se van hacia el mediodía, dejando todo limpio, o casi limpio. Gracias a ello comer sano es una decisión, ya que hay ofertas para los diversos bolsillos.
«Gracias a ello comer sano es una decisión, ya que hay ofertas para los diversos bolsillos.»
Uno de los soportes principales de estos mercados es el cinturón hortícola de la ciudad, que ha sido caracterizado y preservado en los dos últimos planes de desarrollo urbano, y que alberga diversos invernaderos y huertas. También se regula la apertura de hipermercados dentro del casco urbano, permitiéndose sucursales de menor tamaño. Como se puede apreciar, la municipalidad cumple un rol fundamental en el sostenimiento de esta oferta, dado que regula los usos del suelo para preservar las zonas agro-productivas, regula la apertura de grandes superficies comerciales que afectarían a los comercios locales, y organiza y reglamenta el uso de los espacios públicos para que se desarrollen las ferias.
«Como se puede apreciar, la municipalidad cumple un rol fundamental en el sostenimiento de esta oferta, dado que regula los usos del suelo para preservar las zonas agro-productivas, regula la apertura de grandes superficies comerciales que afectarían a los comercios locales, y organiza y reglamenta el uso de los espacios públicos para que se desarrollen las ferias.»
En Lima, con la “modernización” de la ciudad, y bajo la bandera del “libre mercado”, hemos permitido que estos maravillosos espacios desaparezcan o languidezcan en la sombra de las grandes cadenas, afectando no sólo nuestra dieta y calidad de vida, sino también el trabajo de nuestros vecinos, quienes administraban y atendían estos negocios. Se ha afectado también la sostenibilidad de los pequeños productores, que difícilmente pueden mantener los precios y soportar las condiciones comerciales que las cadenas comerciales imponen. La consecuencia de ello es que nos hemos distanciado más aún de la naturaleza, y que nuestros hijos tienen menos conciencia que nosotros sobre el verdadero origen de los insumos que componen sus alimentos.
«Se ha afectado también la sostenibilidad de los pequeños productores, que difícilmente pueden mantener los precios y soportar las condiciones comerciales que las cadenas comerciales imponen. La consecuencia de ello es que nos hemos distanciado más aún de la naturaleza, y que nuestros hijos tienen menos conciencia que nosotros sobre el verdadero origen de los insumos que componen sus alimentos.»
Pero no todo está perdido. Gracias al esfuerzo de algunos empresarios, cooperativas y emprendedores, podemos disfrutar de ferias de comercio justo como la Agroferia Campesina de la Avenida Brasil, donde son los mismos productores quienes comercializan sus mercancías, o de las diversas bioferias que se emplazan en los distintos distritos de la ciudad[1]. También es importante destacar la labor de Gastón Acurio en hacer visibles estos espacios, “descubriéndolos” y valorándolos para la sociedad en general.
«Gracias al esfuerzo de algunos empresarios, cooperativas y emprendedores, podemos disfrutar de ferias de comercio justo como la Agroferia Campesina de la Avenida Brasil, donde son los mismos productores quienes comercializan sus mercancías, o de las diversas bioferias que se emplazan en los distintos distritos de la ciudad.»
Es evidente que los mercados deben evolucionar junto a la sociedad, y que la tecnología nos ofrece nuevas herramientas que debiéramos saber aprovechar para mejorar la conexión con los productores, mejorar la eficiencia de los puestos y reducir la merma por desperdicio. Un destacado ejemplo de ello es el proyecto “Fresh Park Karari”[2] que se implementó en la ciudad de Uchiko, en Japón, para dar sostenibilidad al cinturón hortícola, y no perderlo por la presión del suelo urbano. Se diseñó un modelo comercial en base la habilitación de ciertos mercados de barrio y a la implementación de una plataforma digital que permitía una conexión directa de la góndola con el productor. De esa forma, el comprador sabía de dónde venía lo que estaba consumiendo, el productor llevaba la mercancía justa que se demandaba para la venta, y se generaba una sana competencia entre ellos por los productos mejor valorados. Este modelo es totalmente aplicable.
«Es evidente que los mercados deben evolucionar junto a la sociedad, y que la tecnología nos ofrece nuevas herramientas que debiéramos saber aprovechar para mejorar la conexión con los productores, mejorar la eficiencia de los puestos y reducir la merma por desperdicio.»
Existen diferentes formas de recuperar estos maravillosos espacios públicos que son los mercados. Pero lo que queda claro es que lo primero que debemos hacer es valorarlos en todas sus dimensiones, planificar la ciudad para que sean sostenibles, para que recuperen su rol en la economía doméstica y para volver a acercar a la comunidad con los productores promocionando estos formatos de ferias temporales en nuestros espacios públicos. Es también fundamental identificar y preservar el poco suelo con valor agrícola que se mantiene en los valles, estimulando la producción y aportándole sostenibilidad desde la reducción de la distancia con el consumidor final.
El momento es ahora. Asumamos el reto de organizar el crecimiento de la ciudad de forma estratégica y sostenible, protegiendo y estimulando la producción agrícola en nuestros valles, recuperando los lazos humanos que alguna vez tejieron nuestros barrios y flexibilizando el uso de nuestros espacios públicos para el fortalecimiento de nuestros intercambios.
Nota: El presente artículo ha sido motivado por los relatos de los ponentes y, en particular, por las palabras de destacado empresario nacional Gastón Acurio, en el panel “Ferias y Mercados en el Espacio Público” desarrollado durante el Foro Internacional de Intervenciones Urbanas (Lima, 08/2019), organizado por Lima Como Vamos.
[1] https://elcomercio.pe/gastronomia/ferias/ocho-ecoferias-visitar-lima-358072
[2] https://www.chushikokuandtokyo.org/spot_178/
Fuente de la imagen: Gabriel Escobar https://www.flickr.com/photos/gabrielescobarh/