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TODO ES POLÍTICA

Por Aldo Facho Dede, arquitecto urbanista

Artículo publicado originalmente en El Comercio.

27/03/2025

En los días previos a las marchas del 21 de marzo, se generó en redes sociales un debate sobre si esta respondía a razones políticas o era un reclamo ciudadano contra la violencia y la inseguridad. Diversos especialistas mencionaron que esa dicotomía era artificial, pues todo accionar ciudadano es una manifestación política, incluso declararse apolítico o renunciar a participar de la vida democrática del país. La etimología misma de la palabra ‘política’ proveniente del griego antiguo, la vincula con el gobierno y la vida en la ciudad. En la polis, ser ciudadano implicaba participar activamente en la toma de decisiones, y este derecho se ejercía en espacios abiertos como el ágora. De ahí que lo público, lo político y lo urbano sean conceptos íntimamente ligados. En nuestras ciudades los espacios públicos cumplen ese rol fundamental, pues son plataformas que nos pertenecen, y que han sido creadas para el mejor y mayor desarrollo de nuestros derechos.

La salud de la democracia puede medirse, entre otros aspectos, por la participación efectiva de la sociedad en la política (Índice de Democracia de “The Economist”). Por el contrario, la indiferencia ha facilitado el surgimiento de regímenes autoritarios y la consecuente pérdida de derechos. Así lo advirtió el premio Nobel de Literatura Thomas Mann (1875-1955), autor de la frase “todo es política”. Por su parte, la activista feminista Carol Hanisch (1942) planteó que los problemas individuales tienen raíces estructurales y deben abordarse colectivamente, lo que dio origen a la célebre frase “lo personal es político”. Asimismo, el historiador Timothy Snyder (1969) en su libro “Sobre la tiranía” insiste en la incidencia de cada acción, palabra y gesto de las personas en la defensa de la democracia.

Sin embargo, para defender nuestros derechos primero debemos conocerlos. Los resultados del Perú en el “Estudio internacional de educación cívica y ciudadanía” del 2016 ponen en evidencia la fragilidad de nuestra formación ciudadana. Solo el 34,8% de los estudiantes alcanzaron los niveles más altos en la prueba de conocimiento cívico, y el 72% aprobó la idea de un gobierno dictatorial si se garantiza orden y seguridad. Estos datos deben analizarse con sentido crítico, pues reflejan el impacto del terrorismo y de las políticas neoliberales de los años noventa. A quienes crecimos en las últimas décadas del siglo pasado se nos enseñó a no involucrarnos en política, evitar manifestarnos en los espacios públicos y creer que el sector privado era suficiente para impulsar el desarrollo del país. Como consecuencia, y según un reciente informe del Banco Mundial (2025), nuestro sistema político se ha convertido en el principal obstáculo para el progreso del país.

Romper con la apatía hacia la política, manifestarnos democráticamente y hacer valer nuestros derechos son pasos fundamentales para superar esta profunda crisis.

En ese sentido, lo primero que debiéramos hacer es recuperar nuestros espacios públicos para el disfrute colectivo. En los últimos años hemos visto cómo algunas municipalidades han limitado su libre uso, ya sea impidiendo el desarrollo de ciertas actividades o discriminando a personas por no ser “vecinos”. El fuerte rechazo a estos hechos es el primer paso hacia la reconstrucción de nuestra cultura política. Las municipalidades, por su parte, tienen la responsabilidad de promover el uso de los espacios públicos como herramientas para la cohesión y la convivencia ciudadana. Mantener los parques y las plazas en buen estado y diseñarlos para que sean inclusivos y universalmente accesibles son acciones fundamentales que permiten la integración de los grupos vulnerables.

Finalmente, la comunidad debe hacer un uso activo, legítimo y responsable de los espacios públicos. Las masivas marchas del 21 de marzo demostraron que la protesta es más efectiva cuando no se ve empañada por actos vandálicos o violentos. La censura del ministro del Interior es una muestra clara de que cuando los ciudadanos alzamos la voz con contundencia, los políticos no tienen otra opción que escucharnos.

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