Por Aldo Facho Dede, arquitecto urbanista
Teleféricos de La Paz, Bolivia
El alcalde Muñoz ha anunciado su interés en la construcción líneas de teleféricos como sistema de transporte público para los distritos de San Juan de Lurigancho, Independencia y El Agustino[1]. Este proyecto, originalmente propuesto por el Ministerio de Vivienda, tiene al menos cinco años de maduración. Uno de ellos, el teleférico que uniría a los distritos de San Juan de Lurigancho e Independencia, llegó a ser concursado, pero el proceso fue anulado en julio del 2016[2].
El hecho de que priorice la inversión de millones de soles en infraestructura de movilidad debiera ser más que una buena noticia. Pero existen algunos aspectos que debieran hacernos reflexionar, sobre todo en vista de los antecedentes de proyectos similares: ¿cuál es el marco de planificación que garantizará la efectividad de la solución?, ¿hay alguna alternativa más económica y eficiente?, ¿cómo capitalizará la ciudad el beneficio generado por la implementación de la infraestructura? Revisemos estas preguntas.
Con la construcción de los teleféricos se estaría buscando resolver la accesibilidad y conectividad desde y entre las zonas altas de los distritos del este y norte de la ciudad. Es verdad que este tipo de infraestructura resuelve el enlace entre puntos en zonas donde la geografía no lo permite. Ello funciona muy bien en casos donde existe un origen y destino claramente identificados, como en las telecabinas de Kuelap, donde se redujo un viaje de 3 horas a 20 minutos.
Pero la realidad de la ciudad es que existen tantos orígenes y destinos como personas, y que, por la forma como se han urbanizado esos distritos, la morfología urbana es irregular, de baja altura, y el suelo está atomizado en pequeños lotes.
Por ello, también es real que existen pocas calles que cumplen con los estándares mínimos de confort y accesibilidad que demanda el Reglamento Nacional de Edificaciones, llegando a haber lugares donde no se puede acceder con una ambulancia. Los teleféricos buscan acercar a las personas de las zonas menos conectadas de la ciudad, pero, ¿tenemos certeza sobre si esas personas conseguirán acceder a los teleféricos?
Nuestra ciudad es un buen ejemplo de buenas soluciones mal implementadas. Tenemos casi todos los sistemas de movilidad que funcionan en el mundo coexistiendo, pero aquí están desconectados. ¿Se unirían los teleféricos a esa lista de fracasos? Si hay un rasgo común a todos los malos ejemplos es el hecho que han sido implementados sin un marco de planificación que garantice su interconexión y, por ende, su eficiencia. Muestra de ello es que todos tienen formas de recaudación distintos, lo cual dificulta su integración en beneficio de los usuarios.
La planificación no sólo nos va a ayudar a mejorar la eficiencia e interconexión de las obras que queremos desarrollar, sino nos va a ayudar a determinar qué tipo de obras se deben implementar, con qué prioridad y grado de participación de los vecinos. Partiendo del hecho que el dinero que se puede invertir en la ciudad es finito, ¿qué tipo de obra genera un mayor bienestar a un menor costo? Esa pregunta es fundamental, y por costo no nos estamos solamente refiriendo al dinero que se debe invertir, sino al costo social que demande la implementación.
En ese sentido, ¿no sería importante tener previamente en claro cómo se resolverá la accesibilidad hacia y entre las zonas de pendiente con escasa conectividad de la ciudad? La solución no es un sistema único, sino la combinación del caminar con sistemas de movilidad motorizada y no motorizada: buses, combis, mototaxis, bicicletas, etc. Si bien esto puede ser más complejo desde la gestión, pero su efecto es multiplicador, no sólo por el bienestar generado, sino por la riqueza y diversificación de los posibles negocios. No debemos olvidar que quienes hoy resuelven la movilidad de las zonas en cuestión son muchas veces los propios vecinos.
La falta de planificación también juega en contra de la capacidad de la ciudad para poder multiplicar la riqueza que ella misma genera. Al imponerse obras como los teleféricos sin un proyecto urbano integral que prevea su impacto en la demanda de usos y de densificación, se pierde la oportunidad de diseñar instrumentos que permitan re-configurar la estructura urbana permitiendo albergarla de forma ordenada.
Ello deja la mesa servida para que la informalidad e ilegalidad la transformen de cualquier manera, y se apropien del espacio público. ¿Ejemplos? Todos. Sólo basta con observar cómo se han transformado los alrededores de los paraderos del metro, sobre todo en los extremos. La inversión en la ciudad genera riqueza, y o se organiza su crecimiento y distribución, o se desperdicia. En nuestro país solemos ir por el segundo camino.
Entonces, si pensamos un poco antes de decidir qué y dónde hacemos en la ciudad, seguro que su impacto será más eficiente y, por ende, multiplicador. Hace treinta años que no se aprueba un Plan de Desarrollo Urbano para la metrópoli. Esto fue uno de los principales temas en discusión durante la campaña, y sería la mejor forma de resolver la problemática anteriormente descrita. La coyuntura lo permite, esperemos no lamentarnos una vez más de perder una oportunidad para proyectar una mejor ciudad.
Fuente de la imagen de portada: https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20180130/44408954071/teleferico-la-paz-record-guinness-2018.html
[1] https://gestion.pe/economia/munoz-anuncio-construccion-teleferico-medio-transporte-agustino-256607
[2] https://elcomercio.pe/lima/transporte/teleferico-lima-norte-proyecto-quedo-aire-noticia-480493