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LAS LECCIONES NO APRENDIDAS DE LA PANDEMIA

Por Fidel Egúsquiza, arquitecto

Fuente: Andina

13/04/2022

Luego de dos años de trabajo y estudio a distancia, hemos regresado a las actividades presenciales de manera abrupta y sin haber aprendido las lecciones recibidas luego de este periodo, las cuales, han sido sumamente costosas a nivel humano y económico. Si bien se ha puesto en evidencia que el trabajo remoto funciona, por lo menos para el trabajo de oficina y/o donde se pueden tener las condiciones para ello, a nivel educativo la situación ha sido bastante crítica, pues el acceso a internet y a dispositivos electrónicos ha sido muy restringido[1]. En todo caso, sin un mayor análisis de la evidencia, se ha optado por un retorno total a la “presencialidad”, respondiendo a criterios difícilmente sostenibles fuera de preconcepciones tales como que “de esa forma no se puede tener el control de los trabajadores” o, a nivel del gobierno nacional, “hay que dar el ejemplo”, etc. Todo ello a pesar de que, en este último caso, se cuenta con sofisticados y costosos sistemas que permiten desarrollar el trabajo desde casa con relativa normalidad.

“Si bien se ha puesto en evidencia que el trabajo remoto funciona, por lo menos para el trabajo de oficina y/o donde se pueden tener las condiciones para ello, a nivel educativo la situación ha sido bastante crítica, pues el acceso a internet y a dispositivos electrónicos ha sido muy restringido”

Estas acciones estarían dando un mensaje equivocado a la ciudadanía, desde donde se puede interpretar que la pandemia ya estaría llegando a su fin, cuando hasta el momento solo se puede afirmar que estamos saliendo de la tercera ola. La realidad es que ningún gobierno tiene en claro el panorama de las próximas etapas que vendrán, por lo que la evolución de la pandemia aún permanece como impredecible.

Estos cambios han impactado evidentemente en la forma como habitamos. Todos fuimos testigos, al inicio de este proceso, del sorprendente simbolismo que evocaban, a nivel mundial, las imágenes de calles vacías en ciudades normalmente llenas de dinamismo o presas de una vorágine que parecía funcionar por inercia. Asimismo, se informaba de las consecuentes mejoras en la calidad del aire y hasta en algunos círculos se discutía, no sin cierto goce, de la ocupación por parte de la naturaleza del vacío de humanidad resultante, como si esta se reafirmara con la recuperación temporal de parte de su territorio. Sin embargo, era evidente que una situación así sería insostenible, aún en el mediano plazo, la parálisis total continuada habría desencadenado el colapso de la economía a nivel mundial.

“Estos cambios han impactado evidentemente en la forma como habitamos. Todos fuimos testigos (…) de las imágenes de calles vacías en ciudades normalmente llenas de dinamismo (…) era evidente que una situación así sería insostenible, aún en el mediano plazo, la parálisis total continuada habría desencadenado el colapso de la economía a nivel mundial.”

Fuente: ANDINA/Carlos Lezama

Luego de los meses de confinamiento más estricto, tuvimos un paulatino retorno de las actividades indispensables para el funcionamiento de las ciudades, mientras se mantenía el trabajo remoto y la “educación a distancia”. Esta etapa llevó a acuñar el término “nueva normalidad”, el cual nos hizo pensar por unos meses que una manera alternativa de hacer las cosas era posible, ante el descontento generalizado con la manera como se vivía en las ciudades que, antes de la pandemia, parecía imposible de cambiar. Lamentablemente, al menos en el Perú, el abrupto retorno total al trabajo presencial, junto al inicio de clases en la mayor parte de los colegios ubicados en zonas urbanas, deja una sensación de oportunidad perdida para nuestras ciudades.

“Luego de los meses de confinamiento más estricto, tuvimos un paulatino retorno de las actividades indispensables para el funcionamiento de las ciudades (…) Lamentablemente, al menos en el Perú, el abrupto retorno total al trabajo presencial, junto al inicio de clases en la mayor parte de los colegios ubicados en zonas urbanas, deja una sensación de oportunidad perdida para nuestras ciudades.”

La factibilidad ya demostrada de realizar trabajo a distancia para ciertas actividades nos podría haber llevado a ensayar figuras como la del trabajo mixto permanente en todos los lugares donde ello sea posible, pero de una manera organizada para la ciudad en su conjunto, como una estrategia urbana para lograr una mejor calidad de vida e incluso ambiental. Es decir, trabajar de manera alternada, entre presencial y a distancia, sea por días o por semanas, de manera coordinada a nivel urbano, ya sea por actividades, rubros o por sectores urbanos. Del mismo modo, algunas instituciones educativas podrían dictar ciertas clases o actividades de forma remota, o descentralizada, en diversos espacios distribuidos de forma estratégica en las ciudades, con la finalidad de reducir los viajes y ampliar la oferta. De esta manera, se reduciría el desplazamiento concentrado de personas en la ciudad durante ciertas horas, con la consecuente reducción del tráfico en horas punta y la contaminación ambiental, teniendo un impacto directo sobre la calidad de vida urbana.

“(…) conviene preguntarse cuál es la lógica de tener diferentes tipos de actividades con el mismo horario de ingreso, generando todo un grupo de gente desplazándose con la premura de llegar a la hora, incrementando el estrés, los accidentes de tránsito y la afectación de la salud.”

 Asimismo, aprovechando la coyuntura, conviene preguntarse cuál es la lógica de tener diferentes tipos de actividades con el mismo horario de ingreso, generando todo un grupo de gente desplazándose con la premura de llegar a la hora, incrementando el estrés, los accidentes de tránsito y la afectación de la salud. Por ejemplo, en el Centro de Lima, los museos generalmente abren durante el mismo horario de oficina e incluso algunos cierran durante la hora de almuerzo, ¿no tendría más sentido que tengan un horario desfasado, abriendo más tarde en la mañana, pero permaneciendo abiertos en horario vespertino cuando el público en general sale masivamente de sus centros de trabajo? Lo mismo podría ensayarse para los centros de atención al ciudadano, oficinas bancarias u otros usos que resulten más convenientes.

“(…) en el Centro de Lima, los museos generalmente abren durante el mismo horario de oficina e incluso algunos cierran durante la hora de almuerzo, ¿no tendría más sentido que tengan un horario desfasado, abriendo más tarde en la mañana, pero permaneciendo abiertos en horario vespertino cuando el público en general sale masivamente de sus centros de trabajo?”

Yendo incluso más allá, esta “nueva normalidad” deseable no tendría por qué circunscribirse al incierto periodo de la pandemia producida por el covid-19, o lo que quede de él, sino pasar a ser una situación permanente. Para una ciudad como Lima, así como para muchas otras, de una enorme extensión y baja densidad[2], sería un modus vivendi más acorde con su forma urbana. De este modo, habríamos aprendido e interiorizado las lecciones de este reciente periodo histórico tan costoso.

Evidentemente, ello requeriría de un liderazgo del que carecemos a nivel político, adicionando la etapa de inestabilidad que venimos sorteando, por lo que queda esperar que se pueda abordar este tipo de iniciativas desde una gobernanza ciudadana más activa, cuyo reclamo por mejores condiciones urbanas empuje a las autoridades a la acción. En ese sentido, las elecciones municipales del presente año son una gran oportunidad para poner este tema en el centro del debate y trabajar junto a las nuevas autoridades en una mejor forma de habitar nuestras ciudades.


(1) Desarrolladas al margen de los modelos de ciudad que hayan podido ser ideados y de los planes o marcos normativos propuestos que buscan aplicarlos. Siendo realistas, el denominado urban sprawl es una situación ya asentada muy difícil de revertir, heredada pero que no ha dejado de reproducirse.

(2) Considerando la pobre penetración del acceso a internet a nivel nacional, indispensable para la realización, con cierto nivel de éxito, de clases a distancia, y que las características de parte de los servicios educativos requieren necesariamente de presencia física (talleres, laboratorios, etc.).

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