Por Sylvia Vásquez, arquitecta urbanista
Las personas con discapacidad visual guían su camino mediante el tacto, ya sea con el bastón o con el toque de las manos, solos o ayudados por el brazo de otra persona para acciones como cruzar la calle, subir a un bus, comprar o sentarse en una banca.
¿Cómo hacerlo en una ciudad donde el contacto físico no está permitido y es peligroso?
En estas líneas, se prestará atención a la movilidad de este importante grupo de ciudadanos, que, como todos, deberá adaptarse a la nueva convivencia, así como recomendaciones de como asistirles sin tener un contacto físico.
Recientemente, me invitaron a un conversatorio previo a la realización de protocolos de movilidad para personas con discapacidad visual. Estuvieron invitados especialistas y educadores especializados, y personas con discapacidad visual quienes contaron sus experiencias diarias en las últimas semanas. Siempre ha sido un desafío para ellos desplazarse en una ciudad hostil, y muy poco preparada para las personas como capacidades diferentes. El desafío ahora es más exigente aún, pues no es posible el contacto físico.
Las personas con discapacidad visual, que ya habían ganado la confianza de moverse en sus propios barrios, mercados y transporte, ya no lo pueden hacer con seguridad, debido al distanciamiento social y a los protocolos de seguridad sanitarias exigidos por el Gobierno. Como consecuencia, ya no pueden buscar el apoyo en personas como antes, y se encuentran mucho más expuestos a situaciones de peligro y contagio.
Ante esta situación, surgieron algunas ideas en el conversatorio que, de implementarlas, podrían reducir su actual vulnerabilidad.
Primero, la ayuda verbal en un momento puntual del camino, sobre todo al cruzar la calzada. Sin contacto, solo con palabras ubicándonos a un metro de distancia. El principal problema frente a esto es que, por lo general, no hemos sido entrenados para guiar. En ese sentido se recomienda dar indicaciones claras de orientación y distancia, y ayudarles a resolver tareas complejas como cruzar la calle sin tocarles, pero sí advirtiendo a conductores y peatones.
Segundo, la intervención en los espacios públicos para hacerlos más seguros e inclusivos, que además coincide muchas de las necesidades de todos los peatones: veredas más anchas, conectadas y libres de obstáculos; a lo que habría que sumar ciertos detalles, como son: la textura en el piso con las bandas podotáctiles, semáforos sonoros, carteles en braille, etc.
Tercero, el empadronamiento y asistencia desde los municipios, con el objetivo de crear rutas accesibles por medio de las cuales las personas con capacidades diferentes puedan resolver sus necesidades básicas. Para ello se debiera capacitar y contar con el apoyo del serenazgo, los comerciantes y los vecinos. Esta iniciativa podría convertirse en concursos entre vecindarios, donde se destaque la solidaridad y creatividad.
Cuarto, el uso de la tecnología, mediante la difusión de aplicativos que brinden asistencia, tanto en la orientación como en los desplazamientos, creando un campo de visión auditivo. Ejemplo de ello es la aplicación Lazzus(1).
En el marco de esta emergencia sanitaria, es importante que desde el Estado y los actores involucrados como CONADIS y las OMAPED (municipalidades), se incluyan a las personas con capacidades distintas dentro de los protocolos de uso de los espacios públicos, asegurando su acceso a servicios como el transporte público, los mercados, los bancos, etc.
Hacer que nuestras ciudades sean inclusivas no debiera ser una búsqueda temporal, sino el enfoque que debiera guiar las políticas y diseño de nuestros espacios públicos, abrazando a todos los ciudadanos, y enfocándose especialmente en quienes necesitan mayores cuidados.
Referencias:
(1) http://www.lazzus.com/es/
Fuente de la imagen: https://peru21.pe/lima/calvario-sufre-dias-persona-discapacidad-lima-fotos-videos-200600-noticia/?foto=4